El 9 de julio de 1964, River y Barcelona se enfrentaron en un encuentro amistoso válido por la Copa Iberoamericana. En el estadio Monumental, el Millonario vapuleó 5 a 1 al conjunto español en un partido cargado de polémicas.
En el invierno de 1964, se llevó cabo un cuadrangular amistoso en donde River, Boca, Barcelona y Botafogo de Brasil fueron los equipos participantes. En la primer jornada del torneo, el Millonario y el Barcelona se vieron las caras en un partido que concentraba la atracción del ojo futbolero.
El campo de juego del estadio Monumental lucia barroso y poco propicio para desarrollar un buen juego. Las intensas lluvias y el frío no conspiraron contra la masiva concurrencia del público que agotó las entradas y permitió una recaudación cercana a los 9.945.000 pesos
La mano comenzó torcida para los locales, ya que en menos de 10 minutos estaban abajo en el marcador gracias al tanto de Chus Pereda. Con la ventaja, el Barcelona apostó por un esquema defensivo, retrasó todas sus lineas y le cedió por completo la posesión del balón a su rival. Allí, River comenzó a crecer en el desarrollo del partido y logró empatar a través de Ermindo Onega. Luego, la polémica se instauró de lleno en el campo y el árbitro Ventre se convirtió en actor principal cuando sancionó un penal dudoso a favor de River. Allí, el defensor catalán Ferran Olivella, enfurecido, arremetió contra el juez a empujones y fue expulsado y retirado del campo por la policía. Pero el bochorno recién comenzaba. Porque Luis Artime marcó el segundo en clara posición adelantada. Entonces fue en el entretiempo, camino al vestuario, que Chus Pereda, furioso, increpó al árbitro haciéndole señas de que éste tenía una severa locura. Ventre no dudó y dejó al conjunto blaugrana con 9 jugadores. Esto provocó una nueva reacción del jugador español quien tuvo que ser parado por efectivos policiales por querer agredir al juez.
Ya en el segundo tiempo, en un partido totalmente desvirtuado de 11 contra 9, solo quedo tiempo para que River logre un histórico resultado y consume la goleada: Roberto Matosas, Onega nuevamente y Enrique Fernández ampliaron el marcador.
Mas allá de lo que ocurrió aquel 9 de julio de 1964 , River y Barcelona se enfrentaron también en 1961 y 1969. El primero por el Trofeo Ramón Carranza con triunfo de los catalanes por 2 a 0, y el segundo en un empate sin goles por la Copa Costa del Sol. En un historial con paridad, el partido del próximo domingo será el que desempate. Nada más ni nada menos que en el contexto de una final del Mundial de Clubes.
Argentinos Juniors se fundó en el barrio de Villa Crespo bajo el nombre de Asociación Atlética y Futbolística Argentinos Unidos de Villa Crespo, el 15 de agosto de 1904.
La idea de crear un club nació después de jugar un partido entre Mártires de Chicago y Sol de la Victoria. Finalizado del mismo, los jóvenes del barrio, que conformaban Mártires de Chicago, invitaron a sus rivales a sumarse a la iniciativa y así 15 de agosto de 1904 se funda la institución.
Días después, aquellos jóvenes, decidieron abreviar su nombre a Asociación Atlética Argentinos Juniors, para que dicho rótulo pudiese entrar en el sello distintivo. Paradójicamente, el Bicho no lleva consigo el nombre de "Club" sino de "Asociación" ya que estos muchachos, con fuertes principios socialistas, sostenían que la palabra "club" era exclusiva y sectaria, ante la idea de hacer una institución abierta al común de la gente.
Los primeros colores de la camiseta fueron verde y blanco a rayas verticales. Pero el auge del movimiento socialista en Argentina y América Latina en esos días, con la elección del joven Alfredo Palacios como diputado nacional, terminó de convencer a los muchachos de que el color de la camiseta debía ser rojo con vivos blancos.
El asentamiento del estadio no resultó fácil. Al comienzo, y luego de una ardua búsqueda, los muchachos consiguieron hacer de local en distintos terrenos ubicados en Villa Crespo y Caballito. Tiempo después, recayeron en Villa Ballester y Urquiza, para luego retornar definitivamente a la zona de origen. En 1926, y a raiz de la crecimiento social de la institución, se debió construir una cancha con mayor capacidad, ubicada en la Avenida San Martín y Punta Arenas. En 1939, por exigencia de la AFA, se hizo en La Paternal un estadio aun más grande, capaz de albergar a más espectadores. Fue el propio estadio de Juan Agustín García, Boyacá que vio debutar nada más ni nada menos que a Diego Maradona. Esta cancha mantuvo su estructura con tablones de madera hasta 1983, y luego de 20 años de localías fugazes, se construyó el actual estadio Diego Armando Maradona de cemento.
Talentos como el mismisimo Maradona, Claudio Borghi, Sergio Batista, Fernando Redondo, Esteban Cambiasso, Andrés D´alessandro, Juan Román Riquelme, entre otros, formaron parte de la rica historia del Bicho. Historia de alegrías y sinsabores. De titulos y descensos.
El 30 de octubre de 1976 debutaba en la Primera División del fútbol argentino Diego Armando Maradona.
No había hecho aun su aparición pero sin embargo la vieja cancha de Juan Agustín García y Boyacá lucía casi repleta. La gente se congregó masivamente. Es que se hablaba por los pasillos del club de un jovencito categoría 60 que la rompía en las divisiones infantiles. Era zurdo, jugaba de 10 y tenía una frondosa melena casi inconfundible. Era el mismo pibe que divertía a los hinchas en el entretiempo haciendo malabares con la pelota. Era, también, el mismo que formaba parte de aquel destacado equipo juvenil del Bicho apodado los "Cebollitas" y que conducía Francisco Cornejo. Aquel miércoles la mano venía torcida para Argentinos Juniors. Perdía 1 a 0 frente a Talleres y en el entretiempo el técnico, Juan Carlos Montes, le preguntó al joven: "Nene, ¿te animás?". La respuesta fue un "sí" tímido pero contundente. Sin miedos ni titubeos en la modesta voz del juvenil. El DT le respondió: "Bueno, entrá, jugá y la primera pelota que agarrás, tirá un caño". El nene llamado Diego Armando Maradona entró con la número 16 por Rubén Giacobetti. Así como ingresó acató a rajatabla el pedido del entrenador. El caño se hizo efectivo en la primer jugada que tocó. Sí, como si fuera solo cuestión de proponérselo y ya. Quienes estuvieron aquel día en la cancha aseguran que el crack mostró pinceladas de genio. Se notaba la diferencia con el resto, aun con sus escasos 15 años. Ya en su segundo partido se adueño de la camiseta que mejor le calzó y que nunca más largó: la número 10.
Debido
a la profunda crisis económica, el pasado lunes, el Parma FC dejó de existir.
Aquel histórico club que supo estar en la élite del fútbol europeo en los años 90, fue víctima de manejos fraudulentos, vaciamiento institucional y negocios turbios que lo llevaron a la bancarrota. En Memorias Futboleras desandamos el camino de este triste final.
Entre la cordillera de los Apeninos y la llanura del río Po, se encuentra una pequeña ciudad de 180.000 habitantes conocida en el mundo por dos de sus mayores exponentes: la empresa alimentaria Parmalat y el Parma Fútbol Club. Es domingo 22 de febrero de 2015 y el frío castiga
de manera impiadosa al norte de Italia. Los Tifosi
del Parma le ponen el pecho a la gélida mañana y encaran su periplo hasta
el Ennio
Tardini, su estadio, en donde deberán jugar una nueva fecha del Calcio contra
el Udinese. A estos locos no los detienen ni las bajas temperaturas ni el mal
momento deportivo/institucional que vive el club. Sueñan con que los tres
puntos queden en casa y así empezar a escalar posiciones en una tabla que lo
tiene en la última posición. El
puñado de hinchas que osaron llegar hasta la cancha nota que algo no anda bien.
El estadio vacío y la ausencia de clima de partido hacen presagiar a los Tifosi de lo peor. Minutos después se enteran que su equipo no
saldrá a jugar el encuentro por la grave crisis
económica que vive la institución. El Parma no puede afrontar ni los costos para
abrir su estadio. Así los rostros pintados de azul y amarillo se desdibujan y
se tiñen de tristeza, desesperanza y desolación. El aroma a desamparo resulta
insoportable y la crisis se vuelve endémica. Desde
aquel domingo de febrero comenzó una severa agonía que se prolongó hasta el día
de ayer. Una muerte lenta y dolorosa de un club que supo estar en la cima de
Europa ganando, en la década del 90,
Copa UEFA, Recopa y Supercopa. La grave crisis económica lo llevó a su
desaparición. Los directivos del club, extraordinarios saqueadores, fueron los
encargados de cavar la propia tumba del Parma, mientras que la Justicia
italiana fue la responsable de sacarle el respirador, considerando su estado irreversible.
"Chiuso per rapina", "cerrado por robo" en italiano
Para comprender lo sucedido hay que decir que el conjunto en donde brillaron
alguna vez Crespo, Ortega, Verón, entre otros, tenía una deuda de 218 millones
de euros que se hacía insalvable. El incremento del pasivo comenzó a gestarse
cuando la empresa Parmalat, dueña del club, entró en quiebra debido a un fraude
financiero causado por Calisto Tanzi, fundador y presidente compañía, en 2003. Tanzi,
también presidente del Parma, fue detenido y acusado de dibujar en sus balances una
deuda de 14,3 millones de euros y por el blanqueamiento de dinero en las Islas
Caimán, bajo una suma de 3.950 millones de euros. El
emporio se vino abajo y el club sintió el cimbronazo de lleno. Las deudas, las
sanciones, el malestar en los jugadores y empleados empeoraban día a día. La
Justicia italiana, advertida del creciente pasivo, declaró en bancarrota al
Parma y autorizó la venta del club a un precio de 20 millones de euros. En un
principio, los candidatos para hacerse cargo del plan de salvataje fueron tres:
el empresario Giampietro Manetti, Parma FC SPA de Giuseppe Corrado, y Parma
Calcio SPL de Mike Piazza. Los dos últimos se bajaron ya que habían manifestado
no poder hacerse cargo de las excesivas deudas que tenía la institución. Así
Giampietro Manetti, quedó como único aspirante y, allanado el camino, solo tuvo
que poner un euro para comprar al Parma. El 6 de febrero de 2015, Manetti asumía la
presidencia con un discurso poco congruente con las acciones llevadas a cabo
tiempo después. “Vamos a pagar todo. Es nuestro deber respetar los plazos para
pagar los impuestos y los sueldos. Vamos a sumar a otras empresas, italianas y
extranjeras”, sostenía. Lejos de ser el salvador, cayó en los vicios de sus
antecesores. Las deudas con los jugadores no se saldaron, el equipo sufrió la
quita de puntos por deficiencias administrativas y económicas y fue prohibido
para jugar la Europa League. “Es muy difícil ver al Parma en esta situación. Si
el primer equipo está luchando, imaginate nosotros”, decía Hernán Crespo,
técnico del plantel juvenil por aquel entonces. Los hechos calamitosos para el Parma se
sucedían en un efecto cascada. El 18 de marzo de este año, el dueño del club era
detenido por “asociación ilícita, fraude informático y lavado de dinero”. Los capitales (4,5 millones de euros) que
Manetti se procuraba conseguir provenían de una organización criminal. Un día
más tarde, el Fiscal y los acreedores pidieron la quiebra del club. “La
situación de insolvencia es irreversible”, se murmuraba en el recinto. Con un club en donde los propios
jugadores lavaban sus camisetas, los vestuarios no contaban con agua caliente y
los micros que transportaban a los futbolistas estaban confiscados, poco
quedaba hacer. La Justicia italiana dio de plazo legal hasta el 22 de junio de 2015 a la espera de una oferta
de compra que salve a la institución. Nada de eso ocurrió y el Parma deberá
refundarse con otro nombre y comenzar a jugar en la Serie D. La historia grande del Parma fue arrebatada con manejos espurios, fraude y deshonra. Serán los hinchas de la ex Parma los encargados de hacer resurgir al club y soñar con volver a ser lo que alguna vez fueron. Épocas de gloria El Parma fue fundado el
27 de julio de 1913 bajo el nombre de Verdi Football Club
(en honor al famoso músico). Meses después, el nombre cambiaría por siempre a
Parma Fútbol Club. El conjunto Parmensi
tuvo su época dorada en la década del 90. Por aquellos años contó entre sus
filas con jugadores como Hernán Crespo (máximo goleador en la historia del
club), Ariel Ortega, Juan Sebastian Verón, Buffon, Cannavaro, Cassano, entre
otros. Ganó, a nivel internacional, dos Copa UEFA, la Supercopa y la Recopa de
Europa. En el plano doméstico se hizo de tres Copa de Italia y la Supercopa
italiana. Lejos en el tiempo quedaron esas proezas noventosas.
Esta noche comienza en Chile la 44ta edición de la Copa América y en Memorias Futboleras repasamos las diez historias más increíbles en casi un siglo de competición continental. Desde un equipo que abandonó el campo de juego por el descontento con un fallo arbitral, hasta un futbolista que pasó de ser espectador a jugador en cuestión de minutos y definió la historia de un partido.
En 1916, se jugó la primera edición de la Copa América, siendo éste el
torneo de selecciones más antiguo del planeta. Por aquel entonces la
competición era llamada TorneoSudamericano debido a que sólo lo
disputaban los países de dicha región. Recién en 1986, la CONMEBOL decidió que
se dispute con la participación de selecciones de la CONCACAF como invitadas.
Cambiado el formato y la cantidad de participantes, el certamen pasó a llamarse
Copa América.
En el inicio de la competición, reinaba la desorganización. El fútbol
entendido como un espectáculo comenzaba a dar sus primeros pasos y eso se
notaba: jugadores amateurs, reglas poco claras y un desorden notorio, dieron
lugar a un sinfín de irregularidades y hechos insólitos que, casi cien años
después, parecen irrisorias. A continuación recopilamos las diez historias más
destacadas.
1)De la cancha al trabajo. en la copa
jugada en 1917 en Uruguay, la Selección argentina ganó los primeros dos
partidos. El conjunto nacional venció a Brasil por 4 a 2 y a Chile por 1 a 0. Luego de sendas
victorias, los jugadores regresaron a Buenos Aires ya que, al ser jugadores
amateurs, debían volver a sus trabajos. Regresaron a Uruguay para la final que
debían disputar con el local. Con el tiempo que los apremiaba, desembarcaron en
la costa uruguaya poco tiempo antes del comienzo del partido. Al final, los
celestes se alzaron con el trofeo al vencer a los nuestros por 1 a 0.
2)Muerte. La alegría no fue completa para los uruguayos en
aquel Sudamericano de 1917. En el partido que derrotaron 2 a0 a Chile, el arquero Roberto
Chery sufrió el estrangulamiento de una hernia por evitar un gol. Fue derivado
a un hospital de Río de Janeiro de urgencia pero días más tarde falleció.
3)Retirada Parte I. En 1922, Brasil, que era local,
Uruguay y Paraguay terminaron empatados en puntos en el primer puesto y debían
ir a un triangular de desempate. Sin embargo, final la disputaron solo dos
equipos: Brasil y Paraguay. Los uruguayos, en disconformidad con el arbitraje
en la derrota frente al elenco guaraní, se retiraron del torneo. El campeón fue
Brasil.
4)Retirada Parte II: Por la quinta fecha del
Sudamericano de 1942 en el partido entre Argentina y Chile ocurrió algo
insólito. El árbitro peruano
Enrique Cuenca dio penal a favor para los trasandinos. Minutos después se
rectificó del fallo y otorgó tiro libre fuera del área para el conjunto
argentino, lo que originó las airadas protestas de los jugadores chilenos. A
raíz de esto el presidente de la Federación de Chile decidió retirar a su
equipo del campo de juego. El partido fue dado por ganado a la Selección
nacional.
5)Malas
Relaciones: La
final del Mundial de 1930 fue un verdadero escándalo. Peleas, golpes, aprietes
en el vestuario argentino y amenazas de muerte. Aquel partido, Uruguay dio
vuelta el resultado y le terminó ganando 4 a2
a una Argentina totalmente amedrentada. Desde allí, las
relaciones entre las asociaciones de fútbol de ambos países se enfriaron de
manera tal que se decidió no disputar ninguna competencia continental en
conjunto. Por eso, desde 1929 hasta 1935 el torneo no se realizó.
6)La
invención de “la chilena”. En
los inicios del Siglo XX llegó a Chile, a los 12 años de edad y proveniente de
España,Ramón Unzaga. Este joven se desempeñó en varios equipos
amateurs de Chile. Además de practicar con la pelota en los pies, era un gran
atleta. Crónicas de la época testifican
que allá por 1914, este jugador, dueño de una elasticidad prodigiosa, era el
mentor de todo tipo de acrobacias en pleno campo de fútbol. Ya con la
nacionalidad chilena en su haber y defendiendo los colores de La roja en el Sudamericano de 1916,
Unzaga asombró a los espectadores y periodistas que estaban al borde del campo
de juego con una particular jugada. Fue así que los medios de la época patentaron
aquella acrobática pirueta como “la chilena”, en clara referencia a la
nacionalidad del ejecutante.
7)De
la tribuna a la cancha. Aquel
Sudamericano de 1916 dejó varias rarezas. A las historias ya contadas hay que
sumarle la de José Laguna. El jugador de Huracán estaba sentado en la tribuna
esperando para ver el partido entre Argentina y Brasil hasta que se le arrimó
un dirigente y le digo “Nos falta uno..
¿querés jugar? Increíble pero real! Así de espontáneo, así de desorganizado
era todo por aquellos años. Claro, ante la ausencia de Alberto Ohaco,
extraordinario delantero de Racing por cuestiones laborales, los dirigentes
recurrieron a la desesperada maniobra de buscar en las tribunas un jugador.
Pero lo grandioso de la historia no termina ahí. Sino que el propio Laguna fue
el autor del empate argentino. El partido terminó 1 a 1 contra Brasil ¡Esta vez,
los de afuera, no fueron de palo!
8)El
partido más largo.
El 29 de mayo de 1919 se jugó el partido más extenso en la historia de la Copa
América. Uruguay y Brasil debían definir, en un desempate, el Sudamericano de
aquel año. Los uruguayos, amo y señores del fútbol de la época y claros
favoritos, no pudieron vencer en los 90 minutos a un férreo Brasil. Por eso se
tuvo que ir al alargue que constó de 30 minutos cada tiempo. Finalmente Arthur
Friedenreich le dio la victoria y el primer título a los brasileños.
9)Técnico
y jugador. Si
volvemos nuevamente el Sudamericano de 1916, podemos descubrir otra historia
bastante particular. En la defensa del conjunto uruguayo jugaba Alfredo Foglio.
El director técnico de los charrúas era un hombre de apellido Foglio. No eran
hermanos, ni primos, ni tenían ningún tipo de parentesco: eran la misma
persona. El propio jugador era el
técnico del equipo y el encargado de llevar adelante el armado del mismo con
tan solo 23 años. Cuentan que rara vez Foglio se sacaba del once titular.
10)Árbitros
parciales. Y
otra vez nos remitimos al Sudamericano de 1916. Un sinfín de rarezas aquel
campeonato. Esta vez lo inverosímil pasó por los jueces. Ante la falta de
árbitros, Carlos Fanta, técnico de Chile, y Sidney Pullen, jugador brasileño, dirigieron algunos
encuentros.
En 1973, la Unión Soviética y Chile tenían que jugar el repechaje clasificatorio al Mundial del año siguiente. El país sudamericano atravesaba, por entonces, una sangrienta dictadura, instalada luego de que Augusto Pinochet derrocara al gobierno de Salvador Allende. Del otro lado, los rusos fieles a sus idea comunistas. Eran años de Guerra Fría y el partido se daba bajo una enorme connotación política e ideológica: el capitalismo vs. el comunismo, la derecha vs. la izquierda. Así se presentaba. El desenlace, vergonzoso.
El 21 de noviembre de 1973 en el Estadio Nacional de Santiago de Chile hubo un solo equipo en la cancha. No es ésta la idea de incurrir en una de las típicas metáforas usadas en el fútbol para explicar que un equipo fue muy superior a otro. No en este caso. Fue algo mucho peor que eso. Se trató de un partido que quedó sumergido en un contexto político, un enfrentamiento ideológico que dividió al mundo durante varias décadas. La Guerra Fría estaba en pleno auge y el deporte no estaba exento de eso. Aquel día un bochornoso partido de fútbol, que no fue tal, se llevó a cabo en el mismo estadio en donde se torturaban y masacraban miles de personas.
El 1 de septiembre de 1973 el gobierno de Salvador Allende cayó derrotado por las Fuerzas Armadas de Chile. El hasta entonces presidente socialista murió atrincherado en el Palacio de la Moneda a manos de Pinochet y los suyos. El golpe de estado, ejecutado por militares chilenos pero con eficiente complicidad de Washington, dio paso a una de las más brutales dictaduras de América Latina.
Bajo esa premisa debía jugarse el repechaje clasificatorio a la Copa de Mundo de 1974. Chile, embajada del capitalismo norteamericano, debía enfrentarse a la Unión Soviética, madre del comunismo. El morbo se trasladó al verde césped. En el encuentro de ida, jugado en Moscú el 26 de Septiembre, el resultado fue un magro empate sin goles. Entonces, había que definir la clasificación en tierras trasandinas.
Los arrestos y las torturas a los opositores del nuevo régimen se sucedían continuamente. Se estimaba que en pocos meses ya habían sido 40.000 las personas que pasaron por el Estadio en calidad de detenidos. Muchos de ellos, recuperaron la libertad, otros tantos, perdieron la vida. Por tal motivo, la FIFA envió una comitiva a inspeccionar las instalaciones del recinto de la capital chilena que funcionaba como centro de detención clandestino. Increíblemente, la organización para el partido de vuelta fue aprobada, aun habiendo más de 3.000 detenidos al momento de la inspección. A la FIFA, así como ocurrió en el Mundial 78, poco le interesó jugar un partido en medio de una sangrienta dictadura.
El encuentro ya estaba fijado. La fecha elegida fue el 21 de noviembre de 1973. Pero el gobierno soviético manifestó, dos días antes del partido, la negativa de participar del encuentro, sosteniendo que su selección no iba a ser parte de una cínica puesta en escena de la Junta militar en una cancha en donde se torturaban y ejecutaban miles de personas. Además, para Pinochet significaba la victoria de la derecha neofascista por sobre la izquierda socialista. La URRS no estaba en condiciones de tolerar que el general chileno se salga con la suya.
A raíz de ésta decisión de ausentarse para el partido de vuelta, el sentido común debía imperar y, en consecuencia, otorgarle la victoria en los escritorios a Chile. Eso no sucedió. Por el contrario, la FIFA, de común acuerdo con el incipiente gobierno de facto, montaron un absurdo show que fue más una demostración al mundo de poder que un evento deportivo. La selección de Chile jugó contra nadie. "Fue el show futbolístico más burdo que me tocó vivir. El teatro de lo absurdo", recuerda Carlos Caszely, delantero de la selección sudamericana, quien sufrió el asesinato de su madre por su afinidad con el gobierno de Allende.
Aunque en un comienzo algunos jugadores trasandinos se negaron a saltar al campo de juego en esas condiciones, el intento de partido debía llevarse a cabo. No querían los propios jugadores, en el mejor de los casos, tener que pagar una suntuosa multa. Y así fue que la Roja se hizo presente en el campo de juego sin ver una sola camiseta rival. El insólito libreto exigía apenas un gol simbólico que muestre al resto del planeta el triunfo frente a los comunistas. Y así sucedió. Dado el comienzo del encuentro, los jugadores chilenos fueron dando pases hasta el arco rival, sin oposición alguna, hasta que Francisco “Chamaco” Valdez empujó la pelota al fondo de la red. Final: Chile “venció” 1 a0 a la Unión Soviética, resultado que luego fue modificado en los escritorios de la FIFA por 2 a 0, como indica el reglamento cuando un equipo no se presenta a un partido o pierde por abandono.
Así se dio, como en tantas otras veces, donde el fútbol estuvo al servicio del horror. O mejor dicho, utilizado para intentar tapar el horror. La Junta Militar quería dar una imagen al mundo de total normalidad. La FIFA, una vez más, estaba adosada a sus propios intereses. Del otro lado, el bloque comunista impidió fervientemente a sus jugadores presentarse a jugar para su selección. Un partido que no fue tal, en una cancha donde miles de personas eran víctimas de una feroz represión, y una férrea pelea política e ideológica abreviada en un evento deportivo.
Pasaron ya
más de 100 años de aquel primer Boca River jugado el 24 de agosto de 1913.
Sucesos de esta índole dejan una huella, una marca, un antecedente. Varios de
ellos graban a fuego, para bien o para mal, a jugadores, técnicos, e hinchas. Decoran
tapas de diarios, enriquecen de historias y de anécdotas las amarillentas páginas
de los libros de fútbol.
Por eso, a modo
de previa del duelo copero de esta noche, repasaremos hechos inéditos vividos
en más de un siglo de Superclásicos.
Goleada histórica
El 23 de
diciembre de 1928 se dio la mayor goleada entre ambos equipos. El Xeneize
derrotó al Millonario por 6 a
0, en condición de visitante. El partido se presentó, desde el comienzo,
totalmente adverso para River. A los tres minutos de juego, Boca ya se imponía
en el resultado. Promediando el primer tiempo, luego de un centro, dos
jugadores del conjunto local saltaron a cabecear, con tanta mala suerte, que se
golpearon entre sí. Dicho impacto le causo la conmoción cerebral a ambos
jugadores, lo que generó que los millonarios tengan que afrontar el partido con
9 jugadores (en ese entonces no había cambios). A partir de allí, se desató el
vendaval de Boca: Esteban
Kuko y Roberto Cherro, con dos goles cada uno, aumentaron a cinco la diferencia.
A diez minutos del final, otro jugador de River se retiró
lesionado. Ya en un partido sin equivalencias de once contra ocho, los Xeneizes
no tuvieron piedad y liquidaron la historia, anotando el sexto. Algunos
testigos cuentan que el árbitro y los jugadores, de común acuerdo, decidieron
dar por finalizado el encuentro aun con algunos minutos por jugar.
Di Stéfano, al arco
El 30 de julio de
1949, River y Boca llegaban últimos en la tabla de posiciones. Ambos conjuntos
protagonizaron un duelo picante en el Monumental. En un momento del partido,
Amadeo Carrizo cayó al suelo revolcándose de dolor producto de un golpe
aplicado en la zona hepática. Como consecuencia de ello, el arquero de River
tuvo que salir del campo para ser atendido. Quien ocupó su lugar debajo de los
tres palos durante seis minutos fue, nada más ni nada menos que, el gran
¡Alfredo Di Stéfano!
El partido
terminó en victoria millonaria por 1
a 0 con gol de Labruna.
La
insólita expulsión a Silvio Marzolini
Era todo de Boca. Los goles, el resultado, el desarrollo del
partido y las cargadas. El Xeneize ganaba tres a cero en el mismísimo
Monumental y Juan Carlos Rodríguez, el árbitro del encuentro, notó que tanto Ramón Ponce como Hugo Curioni se mofaban
de los hinchas locales. Advertido de esta actitud, el juez le avisó a
Marzolini, capital de Boca, que si las burlas continuaban, el propio lateral
izquierdo sería expulsado por la irresponsable actitud de sus compañeros. El
cuarto gol llegó, las chanzas siguieron y la roja para Marzolini no se hizo
desear. El rubio defensor fue expulsado tras el festejo de gol.
La única final: Boca 1 River
0
River y Boca se enfrentaron cantidad de veces: por torneos, copas nacionales e internacionales y amistosos. Sin embargo, una sola vez el Superclásico fue testigo de una final. Ocurrió en 1976, en la cancha de Racing. El 22 de diciembre de aquel año, Boca derrotó a River por 1 a 0 con gol de Rubén Suñé.
Luego de una falta cerca del área riverplatense, el Chapa,
con suma ligereza, apuró los trámites y pateó el tiro libre sin la orden del
juez, mientras Fillol acomodaba la barrera. No obstante de eso, el árbitro
otorgó como válido el gol con el que Boca pudo dar la vuelta olímpica frente a
los ojos de su eterno rival.
Boca local en el… ¡Monumental!
El año 1984 fue nefasto para los dos grandes del fútbol
argentino. Boca atravesaba una época de magras campañas y exiguo presupuesto, a
tal punto que recurría a los fibrones para poder numerar sus camisetas. River,
por lo tanto, andaba esquivando el descenso incesantemente. En ese contexto se
jugó el clásico del 26 de junio.
Boca tenía suspendida su cancha y decidió, con el aval de la
dirigencia millonaria, hacer de local en el Monumental. El partido terminó 1 a 1 con goles de Ariel Krasouski para Boca e Ivar Stafuza,
en contra, para River. Lo anecdótico, aquella tarde, fue la localia.
Pelota naranja y
vuelta olímpica
El 6 de abril de 1986 Boca recibía
en la Bombonera a River. El Millonario venía de consagrarse campeón tres fechas
antes pero sus jugadores no querían perderse la oportunidad de festejar el
título en la casa de su archirrival. Antes del comienzo del encuentro, el
conjunto visitante dio una especie de vuelta olímpica (en realidad, fue una
“semivuelta”) de cara a los hinchas xeneizes, quienes enfurecidos, les
arrojaban cualquier tipo de elementos contundentes con el solo fin de impactar
en la humanidad de alguno de los futbolistas.
En la semana previa al
Superclásico, Hugo Orlando Gatti había pasado por las oficinas de Adidas para
pedir una pelota naranja, ya que el afamado arquero suponía que, con la gran
cantidad de papelitos y serpentinas que se arrojaría al campo, la visión del
balón le causaría más de un dolor de cabeza. Con la aprobación del árbitro del
encuentro, Francisco Lamolina, aquella pelota de color llamativo y de corriente
uso en los inviernos europeos, apareció en la Bombonera. Aquella Tango de color
anaranjada pasó a la historia porque en el primer tiempo, El Beto Alonso
convirtió uno de sus dos goles con dicho balón. Terminada la primera parte,
Boca retiró del partido la pelota, acusándola de traer mala suerte. Sin
embargo, el segundo tiempo, el diez de River volvió a marcar el segundo y
definitivo gol, ya con el tradicional balón blanco. Aquel partido quedó
inmortalizado para los hinchas de River como “el día de la pelota naranja”.
Dicho balón se exhibe, hasta el día de hoy, en el museo riverplatense.
Para Comizzo que lo escucha por radio
Boca-River nuevamente cara a cara.
¿El estadio? La Bombonera. ¿Los protagonistas? Ángel David Comizzo y la
hinchada de Boca. ¿La fecha? 11 de octubre de 1992.
Promediaba el segundo tiempo y
Boca ganaba 1 a
0 con gol de Sergio Manteca Martinez, hasta que el árbitro, Juan Carlos Loustau, cobró un penal a favor del
conjunto visitante.
De repente, la atención se situó a
100 metros
del arco xeneize. Sí, en la otra área de donde deberían estar posados los ojos
del público. Mientras Comizzo miraba atento la ejecución del penal de su
compañero, desde la tribuna de Boca le arrojaron una radio amarilla. En tono de
broma, el arquero de River agarró la radio, se puso los auriculares y sintonizó
la transmisión del partido de espaldas al campo de juego y frente a los hinchas
locales. Comizzo pensaba en festejar el gol de cara al público bostero. Pero eso
no ocurrió: aunque la radio anduvo perfectamente, Navarro Montoya le contuvo el
penal a Hernán Díaz y el grito del arquero quedo contenido en la garganta.
Finalmente, Boca derrotó a River y
se consagró campeón ese mismo torneo, cortando así una sequía de once años sin
títulos. Tiempo más tarde el ex arquero declaró con tono jocoso: "Si me encuentro una radio tirada en la calle, no
la toco ni en pedo, sólo la miro".
Te contamos los
secretos y las irregularidades cometidas en aquel
polémico caso de doping de Diego Maradona en el Mundial de Estados Unidos ‘94. ¿Por
qué la FIFA y la AFA actuaron, de manera encubierta, contra el 10? ¿Qué
intereses había detrás de eso? El papel de Julio Grondona en la decisión. Historias del suceso que acongojó a un país y del
qué, hasta el día de hoy, los argentinos seguimos recordando con despecho.
Es 25 de junio de 1994 y el pueblo argentino sale a las
calles a festejar porque la selección dirigida por Alfio Basile acaba de vencer
a Nigeria por 2 a
1, y de esa manera, sellar su pase a la segunda ronda del Mundial de Estados Unidos.
Con un Caniggia imparable, autor de dos goles- y un Maradona con un talento
inagotable, miles de argentinos desbordan de euforia y sueñan con llegar a la
tercera final del mundo en forma consecutiva. Ya con el partido terminado, y
los jugadores aun festejando en el campo de juego, aparece aquella tan
recordada joven vestida de enfermera, que no era tal sino una simple empleada
que trabajaba en eventos deportivos, para acompañar a Diego al control
antidoping. Allí lo espera la silla de ejecución. Las horas están contadas para
el 10.
La historia es conocida por todos: Diego dio positivo en el
control antidoping y un baldazo de agua gélida cayó por sobre las cabezas de
los millones de argentinos que soñaban con ver nuevamente al capitán levantar
la Copa del Mundo. El cimbronazo fue certero.
Días más tarde, todavía en el digerir de la cruda noticia, debía
hacerse, como corresponde, la contraprueba. Allí se sucedieron una serie de
irregularidades que permitieron abrir un abanico de especulaciones e hipótesis
variadas, que van desde la conspiración norteamericana contra un Diego a fin a
Cuba y a Fidel Castro, hasta un “ajuste de cuentas” del entonces presidente de
la FIFA Joao Havelange a su enemigo público, Diego Maradona.
La contraprueba se hizo en la Universidad de California, más
precisamente en el Laboratorio Paul Zibbern. Allí estaban Roberto Peidró (médico de la selección)
Daniel Bolotnicoff (abogado de Diego), Lennart Johansson (presidente de la
Unión de Federaciones de Fútbol Europeas) y el belga Michel D’Hooghe (presidente
de la comisión médica de la FIFA). También se encontraban los médicos que
estuvieron a cargo del primer análisis, el español Agustín Rodríguez Cano y el
chileno Antonio Losada, junto a un traductor.
Ya
desde el inicio de la cumbre algo no olía bien. Los médicos puestos por la FIFA
para el control ya sabían que aquella orina del frasco B del código FIFA 220 pertenecía
a Maradona, infringiendo el debido resguardo al anonimato. Además,
el recipiente ya estaba rotulado con las sustancias “efedrina” y
“pseudoefedrina”. Esto incumplía las leyes de antidoping del deporte que sostienen que la contraprueba debe realizarse con el método “doble ciego”, es
decir, sin saber a que deportista le pertenece la orina ni que sustancias están
en juego para evitar que haya algún
tipo de condicionamiento en las investigaciones posteriores. “Deciles que el procedimiento es
nulo porque está marcado y este frasco tiene que ser ciego, el control tiene
que hacerse bajo el procedimiento doble ciego”, le solicitaba Peidró al traductor,
en referencia a los métodos aplicados por los médicos de FIFA.
Luego de acaloradas y agitadas discusiones, hubo un cuarto
intermedio de escasas tres horas para poder ponerse de acuerdo. Los miembros de
la FIFA, con Johansson a la cabeza, sostenían que la valoración hecha por el
médico argentino no tenía relevancia alguna y que era equivocada. “Llamalo ya a Grondona y contale
lo que pasó”, le decía, con tono enérgico, Peidró a Agricol de Bianchetti,
abogado de la AFA. “Tu teoría es brillante – replicó el abogado- pero ahora
viene todo lo político, ya no te metás”. “Si alguien tiene que ir a la hoguera,
es el imputado”, reafirmaba el letrado asesor de Grondona. La suerte del 10 estaba, nada más ni nada
menos, que en manos de Don Julio.
Julio
Grondona era presidente de la AFA, pero ante todo, era vice de la FIFA. No
podía oponerse a la entidad madre del fútbol, aun cuando los procedimientos
llevados a cabo fueran ilegítimos. “Cuando el poder manda, las leyes obedecen”,
parecía ser el lema. Grondona no permitiría un escándalo político que lo deje
mal parado dentro del seno FIFA , y por ello, desoyó lo que el médico de la
Selección le había sugerido. El mismo
Grondona, quien se había negado misteriosamente unos días antes del comienzo de
la competición a que se realice el control antidoping para “no distraer a los muchachos”, miraba con
cierta complicidad como se cometía tamaño atropello.
Al
mismo tiempo Daniel Bolotnicoff trabajaba a destajo en la
defensa del jugador. Para eso, debía haber una sanción firme para poder presentar
un recurso de amparo y elevar el descargo a la Justicia ordinaria de los
Estados Unidos. Sin embargo, nada de eso sucedió: la AFA solo separó, por pedido de la FIFA, a Diego
del plantel, aduciendo que si no lo hacía, la reprimenda contra la Selección sería
aun peor, con quita de puntos o hasta descalificación del Mundial. Claro está
eso nunca ocurriría: no había antecedente de ello en casos anteriores de doping,
porque para que un equipo sea descalificado debería haber dado positivo los dos
jugadores que fueron al control. Era una clara excusa montada por la AFA para
obedecer al pedido de FIFA y que exterminaba cualquier tipo de estrategia de defensa
del jugador.
El
reclamo de Peidró y de Bolotnicoff, y el deseo de seguir viendo a Maradona con
la camiseta Argentina, se desvanecieron en cuestión de horas. La operación
salvataje quedó trunca. La AFA nunca presentó el descargo pidiendo la nulidad
del procedimiento y la FIFA dio por válido el mismo sin resolución alguna. La misma FIFA
que necesitó de Diego para promocionar aquel mundial de escasas figuras de
renombre, eliminando el control antidoping en el repechaje frente a Australia y
permitiendo de esa manera el “café veloz”, era la que cargaba con severa animosidad
contra el 10. El dopaje estuvo y Maradona
debía ser sancionado pero mediante de un procedimiento adecuado a las leyes del
deporte y con una legítima defensa: ninguna de esas garantías se le
concedieron.
Mientras
en Los Ángeles la mesa chica de la FIFA terminaba de cocinar la salida de Diego
del Mundial, a más de 2000
kilómetros, el capitán de la Selección lloraba encerrado
en su habitación 714 del Sheraton de Dallas porque su última función con la
Selección terminaba de la peor manera. Las cartas estaban echadas y su destino
sentenciado.
El viernes 2 de abril de 1982, las tropas argentinas desembarcaban en las Islas Malvinas y comenzaba la guerra que dejaría cientos de jóvenes muertos y otros tantos con nefastas secuelas. En paralelo, la AFA daba inicio ese mismo viernes por la noche a la novena fecha del Torneo Nacional que se abría con el partido entre Central Norte de Salta y Mariano Moreno de Junín. El encuentro, que se disputó en el estadio de Gimnasia y Tiro ante la presencia de 2.580 espectadores, terminó con victoria para los salteños por 1 a 0. El transcurrir de la fecha siguió, por ejemplo, con encuentros como Huracán-Boca en Parque de los Patricios, o River - Nueva Chicago. Por la Primera B, Lanús y San Lorenzo, buscaban el regreso a Primera.
Los días pasaban y la pelota seguía rodando como si nada ocurriera. Mientras tanto, varios kilómetros al sur, los novatos solados argentinos luchaban en inferioridad de condiciones ante las expertas tropas inglesas. Los bombardeos eran cada vez más sangrientos. Eso sí, en todas las canchas del país se cantaba el himno nacional, que respondía a un siniestro mensaje patriótico, tan absurdo que solo se entiende en el contexto del delirio de un país bajo la dictadura. Aquel campeonato fue ganado por el recordado Ferro de Timoteo Griguol. Luego vendría el Mundial de España y la ilusión de todos los argentinos que anhelaban con ver a un joven Diego Maradona quedarse con la Copa del Mundo junto a la base de los jugadores campeones de 1978. Incluso, los mismos soldados que sentían caer las estrepitosas bombas a metros de su humanidad trataban de sintonizar en sus radios cada partido que el conjunto del Flaco Menotti disputaba. Así de loco, así de increíble: mientras oían las gambetas de Diego o gritaban los goles de Bertoni, sus vidas estaba en manos de la puntería de las tropas inglesas. El fútbol, como suele ocurrir ante la barbarie ilimitada del poder, fue una herramienta de distracción social. Los desaparecidos, la falta de libertades, el descalabro económico y social, y las muertes a causa de la guerra, debían esconderse bajo la alfombra. Una junta militar debilitada, una AFA de Julio Grondona al servicio del poder, el silencio de los medios de comunicación y un sentimiento patriótico que reposaba en todas las canchas del país al grito de "el que no salta es un inglés", permitieron semejante desvarío. Aunque en aquella gélidas islas miles de jóvenes compatriotas murieran víctimas de una guerra absurda, el show del fútbol debía continuar.
Si bien se lo recuerda por
ser el precursor de la propagación del reggae y la cultura rastafari a nivel
mundial, Bob Marley llevó consigo la pasión por el fútbol toda su vida. Desde su
niñez en los barrios más marginados de Kingston, hasta en su época de estrella
de la música, corrió detrás de una pelota. Hoy descansa en su tumba junto a una
número cinco.
“El fútbol es una
habilidad en sí misma. Todo un mundo; un universo por sí solo. Yo lo amo,
porque debes tener la suficiente destreza para jugarlo. ¡Libertad! ¡El fútbol
es libertad!”. Cualquier persona que pudiera leer estas palabras sin saber de
quién se trata, supone lógicamente que son declaraciones de un jugador de
fútbol profesional, o una vieja estrella del deporte más popular, o un
entrenador que le dedica las 24 horas del día a ver fútbol, estudiar sus
rivales y potenciar a sus dirigidos. Pero no. Son palabras de uno de los
músicos más influyentes del siglo XX. Un músico que trascendió por expandir una
cultura, una filosofía de vida.
De chico Bob Marley
era hincha del humilde Boys Town FC, equipo ubicado en los suburbios de
Kingston, la capital de Jamaica. Allí pasó horas detrás de una pelota, añorando
ser Pelé (su ídolo futbolero) y deseando vestir la camiseta de su selección.
Todo era amor y paz pero cuando se oían las sirenas de la policía, el joven Bob
y sus compañeros no dudaban un segundo; agarraban sus pertenencias, y sin
titubear, comenzaban una corrida feroz perdiéndose entre las humildes casillas
del barrio. En un país en donde la marginalidad y el delito son castigados de
manera brutal en chicos y adultos sin ningún tipo de diferenciación, una escapada
a tiempo los salvaba de la despiadada represión policial.
Ya de grande Bob
Marley siguió siendo un apasionado del fútbol. La fama no camufló su esencia. Cuentan
que Marley amaba jugar
a la pelota en sus ratos libres, entre grabaciones o incluso antes de los
conciertos. Era su manera de relajarse y descargar tensiones. Fueron muchos los
picaditos en los que participó juntos a sus compañeros de The Wailers. Además, Alan
Skill Cole -manager de Marley- fue un destacado jugador de Jamaica de los años
70, cuando el fútbol todavía era semiprofesional por aquellos lados. El mismo
Cole comentó alguna vez: "A Bob le gustaba sercentrodelantero o volante creativo.
Una vez jugamos juntos en el National Stadium y para él fue cumplir un sueño.
Incluso en la entrada del estadio se levantó una estatua en su honor”.
Su vida estuvo ligada tanto a la
pelota como a la música. Si bien sus canciones no exponían sentimiento
futbolero alguno, el profeta del movimiento rastafari era un dotado jugador,
con aptitudes que sobresalían del resto. “Le pegaba con las dos piernas, era muy
veloz y con gran manejo de balón”, lo recuerdan sus compañeros de travesías.
Las paradójicas vueltas de la vida, hicieron
que sea jugando al fútbol que Marley sentencie su muerte. En abril 1977, en un
picado con periodistas y amigos, recibió un terrible pisotón: su dedo quedó
prácticamente destrozado. Los médicos le detectaron un melanoma maligno a causa
de una infección y sugirieron la amputación del mismo. Su religión se lo
impedía y por ende él se negó. “Mi religión no aprueba la
amputación. Yo no dejo a un hombre desarmado”, argumentaba aquel morocho de
rastas excéntricas.
Tres años después, en Nueva York, Bob cayó
al suelo desvanecido: la enfermedad le estaba haciendo la peor y más difícil
marca personal. A partir de ahí los médicos le diagnostican un mes de vida: el
cáncer había dañado los pulmones, el hígado y el cerebro. Finalmente, su voz
se apagó el 11 de mayo de 1981 en Miami. Su cuerpo
fue trasladado inmediatamente a Jamaica . Allí, despedido ante
una multitud, fue sepultado junto a su guitarra Gibson Les Pauls, la biblia del
movimiento rasta, uno puñado de cannabis y una pelota de fútbol.
Así se marchó aquel fenomenal músico, propulsor de una cultura originaria del tercer mundo pero que se expandió a lo largo y a lo ancho del planeta. Hizo de la música una manera de expresar sentimientos de paz y libertad y llevó al fútbol consigo hasta la muerte.
Que Pelé
cuenta los goles de partidos entre casados y solteros es una de las frases mas
escuchadas cuando, en un debate futbolero, se hace mención a los 1284 tantos que
O Rei dice tener en su haber. Por eso tuvimos que sumergirnos en ese
interrogante para saber que hay de cierto en esa expresión y cuanta veracidad
tiene la exuberante suma de conquistas. A continuación te mostramos el desglose
de los goles de Pelé con algunos datos que rozan lo irrisorio.
En abril de 2012, en una nota publicada por
la revista El Gráfico, se dio a
conocer la tabla de goleadores máximos en la historia de este deporte. Después
de una investigación exhaustiva, en la que se recurrió a estadígrafos y
archivos de todos los colores (inclusive en blanco y negro), la revista solo
tomó en cuenta, como debe ser, los goles en partidos oficiales. Basada en
fundamentos lógicos e imparciales, Pelé aparece como el segundo goleador en la
historia pero…con 757 tantos. O sea, ¡527 menos de los que él se autoproclama!
¿A que se debe tan abismal diferencia? Es claro.
Si uno examina los goles oficiales del brasileño, se va a encontrar con las
siguientes cifras: 643 en Santos, 37 en el Cosmos y 77 en la selección de
Brasil; un total de 757 gritos. Pero acá viene lo más interesante: entre los
restantes 527 goles “no oficiales”, y que O
rei reconoce como válidos, se encuentran: 446 goles en amistosos y entrenamientos con el Santos, 26 en
amistosos con el Cosmos, 9 en el seleccionado estadual de San Pablo, 6 en un
equipo combinado entre Santos y Vasco da Gama, 18 en exhibiciones de la selección
de Brasil, 3 en el sindicato de Atletas de San Pablo, 5 en partidos a beneficio
y hasta ¡14 goles en el equipo del ejército de Brasil! En 1959 participó
como estrella invitada del equipo del ejército de Brasil para jugar contra
otros cuerpos militares de Sudamérica. A Pelé no se le escapa ningún gol. Si
sumamos todos esos, más los oficiales, la cuenta da redonda: 1284 tantos.
Pero no sólo Edson Arantes do Nascimento manipuló las cifras a su antojo, sino también
su sagaz compatriota Romario. El ex Barcelona, quien aun así es el máximo
goleador de la historia si hablamos de “goles oficiales”, llegó a la suma de
768 festejos. El propio Romario se adjudicó, en su obstinada lucha por llegar a
los 1000 goles, 196 tantos en amistosos y hasta, por ejemplo, 3 que hizo para
un combinado de Río de Janeiro.
Esta nota tiene como único fin aclarar y dar a conocer datos
reales sobre una polémica instalada que se presenta cuando se habla de Pelé
y sus 1284 goles. Sin segundas intenciones, creemos que O Rei fue, es y seguirá siendo
uno de los mejores jugadores (para algunos, el mejor) de la historia de este
deporte. Ninguna investigación periodística le quitará la grandeza y el
prestigio. Como tampoco lo harán sus verdaderas cifras.
Y un día le puso fin. Ese día que parecía tan lejano, llegó en un abrir y cerrar de ojos. Atrás quedaron sus deseos de jugar hasta los 40
años, sus anhelos de retirarse con la 10 de Boca y los sueños de otra vuelta
olímpica con el club de sus amores. La pelota está triste, Román dejó de
acariciarla.
Desde este espacio decidimos hacerle un pequeño homenaje al
10. Creímos que sería caer en lugares comunes el repetir textos ya escritos
hasta el hartazgo; contar vida y obra de Riquelme en una fría línea de tiempo
sería más de lo mismo; su debut, sus títulos con Boca, su paso por Villareal o
su andar con la Selección Argentina es de público conocimiento.
Por eso, arbitrariamente elegimos el que, para nosotros, fue
uno de sus mejores partidos con la azul y amarilla -hubo tantos otros-. Aquel 13 de junio de 2001, en el césped del
Parque Antártica, por las Semifinales de Copa Libertares, Román jugó un excelso
y exquisito partido. Fue una noche de 10 del 10. Volvió loco a toda la defensa
rival. Trataron de pegarle, de agarrarlo, de tumbarlo… Nada pudo impedir tanto
derroche; fue una exhibición de gambetas, de pelota bajo la suela, de pases
sublimes y un gol made in Riquelme.
Después de un 2 a 2 angustioso, y con la determinante ayuda de Oscar
Córdoba en la definición de penales, Boca llegó a la final de la Copa, que
luego ganaría con Román como bandera. Tan grande y loable fue la manifestación de fútbol de Romy que hasta Ronaldo no escatimó en
elogios. Por eso, a continuación te mostramos las repercusiones en los diarios de aquella recordada noche de San Pablo. El mundo futbolero deslumbrado con la actuación
del muchacho de la 10 en la espalda.
LA NACIÒN DEPORTIVA
Los hinchas de
Barcelona están presionando al presidente Johan Gaspart para que compre ya a
Riquelme. En una encuesta que realizó el diario El Mundo Deportivo, sobre
11.000 votos, el 92% quiere que Riquelme llegue ya a Barcelona, mientras que el
8% restante no tiene problemas en esperar hasta diciembre.
El brasileño Ronaldo,
de Inter de Milán y ex jugador de Barcelona, habló maravillas del N° 10:
"Riquelme es el nuevo Zidane. Que no digan tonterías de que es lento. Hace
cosas increíbles con la pelota. Todo Brasil quedó alucinado en el partido
Palmeiras 2 v. Boca 2. Sólo un fuera de serie hace lo que hizo él".
Diario deportivo Ole
Es mágico
Cristina Cubero.
Redactora de Mundo Deportivo de Barcelona, enviada a San Pablo para seguir a
Riquelme.
Yo cubro al Barsa desde el 91, y es la primera vez que me
impacta tanto un jugador. Y eso que en España he visto a grandes talentos. Pero
lo de Riquelme es mágico. No puedo entender cómo el Barcelona no quiere pagar
ya la otra mitad de su pase. No quiero ser exagerada, pero lo que hizo Riquelme
contra el Palmeiras fue increíble. Y el gol que hizo fue impresionante. Si en
Europa ese gol lo hace Ronaldo, lo repiten dos años seguidos. Justo en ese gol,
yo le vi cosas de Ronaldo. Sin su velocidad, pero con esa técnica tan
especial... Y es sorprendente que tenga tanto liderazgo. Romy tiene lo que le
falta a Rivaldo: carisma.
El chico 10
"Es un jugador
increíble", se resignó el técnico del Palmeiras después de la función de
Román. Y Bianchi asegura que "aún tiene una enorme capacidad para
crecer".
SAN PABLO (ENVIADO ESPECIAL). "Beleza". Los
periodistas brasileños parecían no creer lo que veían. Juan Román Riquelme se
subía a la pelota, la protegía, la metía entre las piernas de algún rival, la
volvía a cuidar, hasta que se la pasaba a un compañero. No es que lo hayan
descubierto ahora, pero sí nunca antes se habían deslumbrado con Román en vivo.
El técnico del Palmeiras sabía que el hombre clave era
Riquelme. Por eso le destinó la marca de Alexandre. Lo que no tenía en sus
planes Celso Roth era que el defensor iba a danzar la peor de sus sambas.
"Es un jugador increíble", se resignó el DT de Palmeiras.
CARLOS
PRIETO. CLARIN EN San Pablo, Brasil
Boca jugó el partido soñado durante la primera mitad del
primer tiempo, donde fue muy superior al Palmeiras. El equipo de Bianchi mostró
un despliegue impresionante, una solidaridad conmovedora y —encabezado por
Riquelme— un fútbol de alto vuelo. Es que Romy volvió a sorprender a los
brasileños. Y escapó de las patadas de Galeano, infundiéndole un miedo escénico
a todos los defensores locales.
En 1948 se comenzaron a utilizar los primeros números
en las camisetas en el fútbol argentino. ¿A qué se debió? ¿Qué fue lo que motivó a la AFA a implementarlos?
“Un 9 goleador”, “un 10 habilidoso”, “un 2 rústico” o “un 7 veloz” son
algunas de las frases que se suelen escuchar en una cancha, en un café, o en
cualquier lugar que se esté hablando de fútbol. Son rótulos universales
establecidos en la jerga futbolera para asociar la característica de un jugador
con su posición. Se suele relacionar de manera instantánea que el 9 es el centro delantero, el 5 el volante central o el 1 es el arquero. Pero ese
criterio se fue ganando su lugar con la aparición de los números en las camisetas
de fútbol.
La historia en la relación entre el fútbol y los dígitos no tienen un
punto de partida bien definido. Algunos historiadores sostienen que el primero
en poner números en las camisetas de un equipo fue Herbert Chapman, DT del Arsenal inglés
para poder distinguir de manera correcta a sus dirigidos, allá por 1928. Otros,
en cambio, aseveran que en la Liga de Australia, ya en 1911, se jugó el primer
partido con numeración en las casacas. Lo que sí está claro que, en la década
del 50, el fútbol oficializó de manera universal los números en los jugadores.
Árbitros ingleses, números nuevos
En nuestro país la llegada de los números en las camisetas se dio en
1949. Por aquellos años la actuación de los árbitros sembraba un manto de sospecha.
El fútbol argentino no era confiable y el arbitraje estaba mal visto, acusado
de favorecer a los equipos “grandes” y perjudicar a los más “humildes”. La
disminución en la cantidad de público en los estadios era notable y la
violencia del mismo ante situaciones sospechosas denotaba una intolerancia
manifiesta cada vez más grande. Por eso la AFA decidió suspender a los árbitros
argentinos y contrató jueces ingleses, quienes por aquel entonces, estaban bien
vistos por su rigurosidad y su rectitud. Algunos de los que
desembarcaron por estos lados fueron: Dean, Gibbs, Hartles, Provan, Gregory,
White, Cox y Brown.
Se preguntará usted, ¿qué tendrá que ver la nueva resolución con los números
de las camisetas? Bueno, la respuesta es sencilla: al no conocer a la mayoría
de los jugadores que se desempeñaban en nuestro país, más la dificultosa labor
por el idioma, los referís necesitaron la ayuda de los números en las camisetas
para poder identificar correctamente a los futbolistas. Por eso el 18 de abril de 1948, se jugaron los
primeros partidos con dicha disposición en la indumentaria.
Fue prácticamente una década, en la cual, las crónicas de la época aseveran
que los partidos estuvieron más cerca de la justicia que del bochorno. Se
recobró, a diferencia de años anteriores, la confianza en el arbitraje. En 1958
finalizó el contrato y los jueces volvieron a su país de origen pero los números
en las camisetas permanecen hasta el día de hoy.