jueves, 19 de marzo de 2015

Fútbol y Cultura: One love

Si bien se lo recuerda por ser el precursor de la propagación del reggae y la cultura rastafari a nivel mundial, Bob Marley llevó consigo la pasión por el fútbol toda su vida. Desde su niñez en los barrios más marginados de Kingston, hasta en su época de estrella de la música, corrió detrás de una pelota. Hoy descansa en su tumba junto a una número cinco.

   “El fútbol es una habilidad en sí misma. Todo un mundo; un universo por sí solo. Yo lo amo, porque debes tener la suficiente destreza para jugarlo. ¡Libertad! ¡El fútbol es libertad!”. Cualquier persona que pudiera leer estas palabras sin saber de quién se trata, supone lógicamente que son declaraciones de un jugador de fútbol profesional, o una vieja estrella del deporte más popular, o un entrenador que le dedica las 24 horas del día a ver fútbol, estudiar sus rivales y potenciar a sus dirigidos. Pero no. Son palabras de uno de los músicos más influyentes del siglo XX. Un músico que trascendió por expandir una cultura, una filosofía de vida.
      De chico Bob Marley era hincha del humilde Boys Town FC, equipo ubicado en los suburbios de Kingston, la capital de Jamaica. Allí pasó horas detrás de una pelota, añorando ser Pelé (su ídolo futbolero) y deseando vestir la camiseta de su selección. Todo era amor y paz pero cuando se oían las sirenas de la policía, el joven Bob y sus compañeros no dudaban un segundo; agarraban sus pertenencias, y sin titubear, comenzaban una corrida feroz perdiéndose entre las humildes casillas del barrio. En un país en donde la marginalidad y el delito son castigados de manera brutal en chicos y adultos sin ningún tipo de diferenciación, una escapada a tiempo los salvaba de la despiadada represión policial.
          Ya de grande Bob Marley siguió siendo un apasionado del fútbol. La fama no camufló su esencia. Cuentan que Marley amaba jugar a la pelota en sus ratos libres, entre grabaciones o incluso antes de los conciertos. Era su manera de relajarse y descargar tensiones. Fueron muchos los picaditos en los que participó juntos a sus compañeros de The Wailers. Además, Alan Skill Cole -manager de Marley- fue un destacado jugador de Jamaica de los años 70, cuando el fútbol todavía era semiprofesional por aquellos lados. El mismo Cole comentó alguna vez: "A Bob le gustaba ser centrodelantero o volante creativo. Una vez jugamos juntos en el National Stadium y para él fue cumplir un sueño. Incluso en la entrada del estadio se levantó una estatua en su honor”.
            Su vida estuvo ligada tanto a la pelota como a la música. Si bien sus canciones no exponían sentimiento futbolero alguno, el profeta del movimiento rastafari era un dotado jugador, con aptitudes que sobresalían del resto. “Le pegaba con las dos piernas, era muy veloz y con gran manejo de balón”, lo recuerdan sus compañeros de travesías.
          Las paradójicas vueltas de la vida, hicieron que sea jugando al fútbol que Marley sentencie su muerte. En abril 1977, en un picado con periodistas y amigos, recibió un terrible pisotón: su dedo quedó prácticamente destrozado. Los médicos le detectaron un melanoma maligno a causa de una infección y sugirieron la amputación del mismo. Su religión se lo impedía y por ende él se negó. “Mi religión no aprueba la amputación. Yo no dejo a un hombre desarmado”, argumentaba aquel morocho de rastas excéntricas.
     Tres años después, en Nueva York, Bob cayó al suelo desvanecido: la enfermedad le estaba haciendo la peor y más difícil marca personal. A partir de ahí los médicos le diagnostican un mes de vida: el cáncer había dañado los pulmones, el hígado y el cerebro. Finalmente, su voz se apagó el 11 de mayo de 1981 en Miami. Su cuerpo fue trasladado inmediatamente a Jamaica . Allí, despedido ante una multitud, fue sepultado junto a su guitarra Gibson Les Pauls, la biblia del movimiento rasta, uno puñado de cannabis y una pelota de fútbol.
    Así se marchó aquel fenomenal músico, propulsor de una cultura originaria del tercer mundo pero que se expandió a lo largo y a lo ancho del planeta. Hizo de la música una manera de expresar sentimientos de paz y libertad y llevó al fútbol consigo hasta la muerte. 



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