Te mostramos el costado futbolero de Carlos Gardel. Su simpatía por
Racing y su afinidad con el plantel del Barcelona. Llevó el fútbol a sus tangos
y tenía devoción por algunos jugadores de la época.
El tango y el fútbol son dos
pasiones bien arraigadas en el corazón argentino. Tienen la peculiaridad de
haber nacido prácticamente juntos, como hermanos gemelos. Los dos se popularizaron
en la Argentina al unísono (fines de siglo XIX y principios de siglo XX). Llegaron
y calaron hondo en una sociedad que iba mutando por la ola inmigratoria. Sus
actores también se mezclaban entre si: algunos jugadores se hacían de sus tiempos libres
para ir a alguna tanguería, y conocer a sus artistas preferidos. Mientras
tanto, ciertos cantautores de tango ponían al fútbol dentro de sus letras.
Pasiones por sus equipos, idolatría a algún jugador o, simplemente, historias
de picado.
Si
hablamos de tango cómo no referirnos al máximo exponente en el género musical: Carlos
Gardel. No se autoproclamaba como un fanático del fútbol (su pasión, en
realidad, era el turf), pero como buen artista, tenía cierta sensibilidad por las
devociones populares. Y el fútbol era, sin duda, una de ellas.
Por aquel entonces el equipo
de “moda” era Racing Club. El primer conjunto formado íntegramente por jugadores
criollos y que ganaba prácticamente cual torneo se disputaba. Su vistoso
fútbol, que lo llevo al apodo “La Academia”, también deslumbró al zorzal
criollo. Las voces de la época sostienen que más de una vez anduvo por la
cancha de Racing. Además, su amistad con el delantero Pedro Ochoa u Ochoita, como lo apodó su amigo,
reafirman aun más la teoría que da cuenta sobre su preferencia por los de
Avellaneda.
Gardel llevó su interés por
el fútbol al escenario. En 1928, grabó en París “Patadura”, con letra de Enrique Carrera Sotelo y José López Ares.
Unos años después cantó “Largue a esa Mujica” de Juan Sarcione, y en 1933, “Mi
primer gol”. Pero El zorzal también se hacía presente para ver a Huracán que,
por aquel entonces, era uno de los animadores de los campeonatos en la
Argentina.
Su apego futbolero
trascendió las fronteras rioplatenses. Allá por 1923, la ciudad de Barcelona le
abrió las puertas en uno de sus viajes. Fue entonces, que tejió una gran
amistad con José Samitier, ídolo del conjunto culé. El Mago, como lo apodaban
al talentoso jugador, conoció al propio Gardel porque frecuentaba el ambiente
artístico y de la moda. La vida los presentó, y desde aquel entonces, los unió.
Cuentas las crónicas de la época que el zorzal se hacía una “escapadita” (cuando
el trabajo así lo permitía) para ver al Barsa, incluso viviendo en Paris. Tal
es así, que se hizo muy allegado al plantel, y el propio grupo lo adoptó como “mascota”.
En el campeonato
del Mundo de 1930, Argentina debía jugar frente a Uruguay la final en tierras
charrúas. Pancho Varallo, integrante de la delegación nacional, recordaba que Carlitos estuvo presente en el Hotel de
la Barra antes del encuentro para saludar a los jugadores argentinos y
desearles suerte. Pero la corriente uruguaya no demoró en responder y afirmar
que también pasó para agasajar a la selección celeste.
Muchas son las
historias que unen a Gardel con la pelota. No fue jugador, ni técnico ni
dirigente. Lo suyo era la voz, la guitarra y la pluma. El fútbol requiere indefectiblemente
de inspiración y la música es inspiración en estado puro. Quizás esa fue la
génesis y el punto de contacto entre éste genio de la cultura popular y la redonda.
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