Apasionado por la redonda, logró llevar el fútbol los escenarios. De chico tuvo una
destacada labor dentro de las canchas que casi lo catapultan como jugador
profesional. Confeso hincha del América de México, destacaba a Maradona, Pelé y
Di Stéfano como sus máximos ídolos. Marcó a una generación de jóvenes que crecieron bajo su noble
humor. Esta es la historia que unió al
genio de la actuación y la risa, con el mundo del fútbol.
“La lleva Enrique Borja. Se prepara. Chuta y gooooool de Borjaaa”. Son extractos que se nos vuelven familiares, en donde la puerta de la vecindad hacía las veces de arco, la pelota playera de Quico representaba el balón, con la cual el Chavo convertía un gol de antología que nunca llegaba a ser tal, por diferentes imponderables que se le presentaban en el camino. Un personaje tragicómico que soñaba pero que lejos estaba de ser un buen futbolista.

Y claro, el fútbol se metía
en las series de Roberto Gomez Bolaños no por casualidad ni por un mero capricho, sino para plasmar lo que fue una de sus más grandes pasiones, más
allá de lo estrictamente profesional. El fútbol lo marcó desde chico, y en sus
producciones, lo hizo saber.
Desde niño su interés por
el deporte lo llevó a practicar boxeo. En su grupo de amigos todos hacían
alguna actividad física. Cuentan que era de enojo fácil, un guapo que no le
temía a las posibilidades de agarrarse a las trompadas si algo no le gustaba.
Eso lo motivó a calzarse los guantes. Su desempeño, al principio, fue bueno. En
un campeonato amateur salió subcampeón y al año siguiente logró ser el
mejor. Cuando quiso ir más allá, y medirse en torneos más competitivos, no
corrió con la misma suerte. El boxeo lo acomodó con un revés al mentón de su ego.
“Pensé que en mi peso no
había nadie en el mundo que pudiera derrotarme. Y me metí en el campeonato
aficionado de Guantes de Oro y sí me ganaron”, recordaba.
Pero su
verdadera pasión siempre fue el fútbol. Pasada su vaga experiencia arriba de un
ring, Chespirito optó por lo que más placer le causaba: la redonda. Testigos
fieles lo recuerda como un “gambeteador y goleador”. Jugaba de interior y, fiel
a su costumbre, era un guapo también dentro de la cancha. Representó a su
colegio -Instituto México- en varios torneos en donde tuvo actuaciones
destacadas. Allí, a la edad de 16 años, conoció al costarricense Rodolfo
“Butch” Muñoz, formador y director técnico que lo llevó al club Marte, en donde
fue parte del equipo de juveniles. “El
Sr. Muñoz me invitó a ingresar al Marte, equipo que participaba en la liga
mayor de México. Jugué durante un tiempo hasta que abandoné el intento por mi
bajo peso: 48 ó 49 kilos, algo que permitía a los rivales que me desplazaran”.
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Chespirito en "El Chanfle" |
La ilusión
de ser jugador profesional, que alguna vez se transformó en una idea mucho más
terrenal, quedó trunca de adolescente. Su contextura física lo condicionó y lo
privó del mayor de sus anhelos. Pero su afición por el fútbol no terminó allí.
Admirador de Alfredo Distéfano, Pelé, Hugo Sánchez y Diego Maradona, se dejó
ver como un acérrimo simpatizante del América de México. En 1979, logró
conjugar su amor por el arte fílmico y su pasión por la redonda. Fue director, escritor y actor de El Chanfle, un largometraje en donde su personaje
constaba de un atolondrado utilero del América que quería ser jugador
profesional. El éxito en el papel de este entusiasta ayudante se plasmó en la
taquilla; fue record en la pantalla grande, lo que hizo que se repitiera, años
más tarde, con “El Chanfle II”.
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Con uno de sus ídolos: Diego Maradona, en "La Noche del 10" |
En su serie más famosa, “El Chavo
del 8” , se evidenciaba
como un admirador profundo de Enrique Borja, un jugador destacado de Las
Águilas del América en los años ’60 y ’70. En la tira, jugaba con Carlos
Villagrán (Quico) a la pelota, y cuando tenía que elegir a un jugador para
representar, siempre escogía al ex delantero. El mismísimo Borja se encargó de
aseverar, un poco en broma y un poco en serio, que El Chavo fue
fundamental para su popularidad. “Mi fama como futbolista se la debo al Chavo
del ocho porque, al jugar
futbol, siempre gritaba en el programa: ‘¡Goool de Borja!’, sostuvo en una
entrevista al diario Nación de Costa Rica.
En sus guiones también hacía alusión a la
crítica jocosa hacía los árbitros, la selección de México y al resto de los
equipos del país. Cuentan que era parte de chicanas meramente futboleras con
Ramón Valdez (simpatizante del Necaxa) y con Carlos Villagrán, quien antes de
la actuación, se desempeñó como periodista deportivo.
Ayer pegó el portazo
definitivo y se fue de ésta vecindad para siempre. Un encumbrado artista que
permanecerá en la memoria de mucho de nosotros. Con un humor sano e
inteligente, no necesitó recurrir a la parodia burda y soez para hacer reír a
chicos y grandes. Con él se va también un gran aficionado a este hermoso juego.
Alguien que supo conjugar la risa, el arte y el fútbol. Nada más, ni nada menos.