martes, 5 de julio de 2016

El extranjero


En 1942 el escritor Albert Camus publicó “El Extranjero”, una novela que tiene como protagonista a un hombre que se encuentra alienado de sí mismo y de una realidad que lo rodea y que siente que no le corresponde. Si cualquier guionista de estos tiempos quisiera hacer una remake de esta obra, tendría material más que suficiente con el momento que le toca padecer una vez más a Lionel Messi con la celeste y blanca. 
Pasó una nueva final y la foto es la misma que la de hace un año en Santiago de Chile, hace dos, en el Maracaná, y la de hace nueve en Maracaibo. Leo cabizbajo, apesadumbrado, con lágrimas en los ojos, buscando alguna respuesta en lo más recóndito de su cabeza. Pero no. Las respuestas no llegan. Por lo menos no ahora. Seguirá sin entender por qué siendo el mejor del mundo no puede darse ese gusto: gambetear al estigma que le propicia la más pegajosa y férrea marca personal que cualquier otro rival le puede hacer jugando con la Selección.
La tristeza y la desazón resurgen en su interior porque siente que falló otra vez. Cree, equivocadamente, que les falló a los argentinos pero que principalmente le falló a Lionel Messi. Siente que la Selección no es para él. Su espejo, nuevamente, le devuelve la imagen de lo que no es. Messi se siente un extranjero en su propio cuerpo. 
Pero a Leo –sí, tengo el tupé de tutearlo aunque no lo conozca- le duele también ser un extranjero en su tierra. Ser insultado por parte de su pueblo. Ser rotulado increíblemente como miembro del club de “los cebollitas”. Le duelen las finales, los insultos, el desprestigio y las injusticias. Le duele el apremio que tienen que pasar sus familiares y allegados, después de cada final. 
Le encomendamos a Messi la injusta y pesada tarea de hacernos felices. De alejarnos, por un rato, de nuestras miserias. De ganar un título. Le exigimos cómo tiene que sentir la camiseta y hasta cómo tiene que cantar el himno. En parte porque seguimos viviendo de la nostalgia del pasado: tenemos aún la inmaculada imagen de Diego gambeteando ingleses y convirtiendo el mejor gol de la historia. Lo recordamos insultando a los italianos mientras chiflaban nuestro himno y le pedimos a Lionel que haga lo mismo. La sombra de Maradona está agazapada y aparece ante cada nueva frustración. No toleramos que Messi no sea Diego. Porque para la lógica argentina Maradona fue lo que hizo, y Messi es lo que no hizo. 
Nos olvidamos de lo que es. El mejor de todos hace casi diez años. Pero lo más importante es que lo hace con honestidad y humildad. Vivimos en una época de un mundo hiperglobalizado en donde las figuras del deporte mundial son más respetadas que los propios líderes políticos. Messi, sin quererlo, baja ese mensaje a los jóvenes. De esfuerzo, de amor a lo que se hace, pero sobretodo de humildad y perfil bajo. Entonces me dirá un detractor “a mí que mi importa como es afuera de la cancha, yo quiero que gane algo con la Selección”. Yo le respondo que eso está en cada uno. Para quien escribe importa y mucho. Porque hablamos de un personaje público que llega a millones de jóvenes. Que lo adoran en India, Australia, España o Corea. Que aglutina multitudes a donde va. No solo es un ejemplo por lo que hace en el terreno de juego sino fuera de él. Concibo personalmente que el deporte es un arma loable para sacar a los jóvenes de la calle y una herramienta noble para inculcarles valores. Y para eso, nada mejor que un referente (y encima argentino) que pregone muchos de esos valores. 
Propongo que cuando pongamos en tela de juicio su “argentinidad” nos acordáramos que él eligió jugar para el país que le negó pagarle el tratamiento para su enfermedad. Que le dijo que NO a la Selección de España, a pesar de tener a todos sus compañeros de Barcelona jugando allí. Que se perdió el nacimiento de su segundo hijo para jugar un AMISTOSO con la Argentina. Que ante la difícil situación que tuvo que vivir ante la Justicia española, él eligió hacer miles de kilómetros para jugar con la celeste y blanca un AMISTOSO frente a Honduras. 
Ayer pegó el portazo y ojalá sea solo una advertencia. Las derrotas, el bochornoso presente en AFA, las críticas despiadadas lo condujeron a esta decisión. Ahora será momento para la reflexión.
No propongo dar lecciones de moralidad ni soy quien para hacerlo. Cada uno disfruta a su manera al deportista que quiera. ¿A Messi se lo puede criticar? Claro que sí, pero sería saludable que sea en el marco de lo futbolístico y dejando de lado las arremetidas chauvinistas. Porque el diez se encarga de jugar al fútbol (y vaya si lo hace bien) y no de recuperar las Malvinas. 
Messi probablemente volverá porque ama a su Selección. Para ese entonces, querrá, más que nadie, lograr lo que tanto anhela, y de una vez por todas, dejar de sentirse un extranjero en su propio cuerpo.

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