jueves, 11 de diciembre de 2014

Matthias Sindelar y su partido más difícil

Nacido en Viena, en el seno de una humilde familia judía, es considerado el mejor jugador austríaco de todos los tiempos. Lo apodaron “el Mozart del fútbol” por la genialidad que tenía con la pelota en sus pies. Hizo del fútbol un medio de protesta al régimen Nazi, el cual lo hostigó hasta el día de su dudosa muerte. Conocé la historia del jugador que se hizo acreedor de la antipatía de Hitler.


      Flaco, alto y desgarbado. Tenía aspecto de hombre frágil. Parecía que podía quebrarse en cualquier momento ante la primera patada desproporcionada que le dieran. No por capricho lo apodaron “El hombre de papel”. Con cara angulosa y mirada entristecida, su elegancia a la hora de tener el balón asombraba a propios y extraños. Su famélica contextura le permitía tener una admirable capacidad para eludir rivales. Parecía que se sostenía en la liviandad del aire.
     Matthias Sindelar, nació en Viena en una humilde familia judía. Su infancia la pasó detrás una pelota. Ya desde chico persiguió con tenacidad su sueño de ser futbolista. Con apenas 15 años, debutó en las divisiones infantiles del Hertha Viena, y a los 20 ya era figura del Austria Viena, en donde ganó tres copas de Austria.
     En 1926 el Mozart del fútbol, como lo apodaban por su vistoso estilo a la hora de asociarse con el balón, comenzó a formar parte de la selección de su país. Ese equipo fue ganándose el respeto por sus notables jugadores. El Wunderteam, como se lo llamaba a aquel conjunto europeo, producía la admiración del mundo futbolero, y tenía como figura y capitán, al hombre en cuestión. Los austriacos obtuvieron importantes resultados como la medalla plateada en los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936, y la semifinal en el Mundial 1934, en donde fueron “sacados”, en un partido dudoso (a Sindelar le anularon dos goles válidos por supuesto off side), por la Italia de Benito Mussolini, quien había utilizado el evento deportivo como propaganda fascista: la que ganara la Copa del Mundo no podían ser otra que la mismísima azzura.
      Pero la tiranía de los régimenes dictatoriales europeos fue el karma de Sindelar. Primero, como dijimos, tuvo que padecer a Mussolini.  Luego, Adolf Hitler sería el tormento de su vida. El excelso jugador no comulgaba con las ideas nazis. Todo lo contrario. Como judío repudiaba las aberrantes medidas tomadas por el Führer, y nunca dio un paso atrás a la hora de manifestarse en público en contra del gobierno totalitario alemán. Tal es así que el 3 de abril de 1938, Austria enfrentaría a Alemania en un partido organizado para celebrar la anexión de estos dos países. Unión, que obviamente, no se dio bajo ninguna acción democrática precisamente; sino que Alemania “invadió” con sus fuerzas a su país vecino para, como todo imperio, lograr su expansión e imponer sus ideas.
         Fue entonces que se llevó a cabo el partido, que muchos aseveraron que tenía el resultado puesto antes de empezar: los alemanes debían ganar sí o sí. Con las autoridades del Tercer Reich en el palco, no había opción. Pero fue entonces que la figura de Matthias Sindelar se volvió más grande aun. El Mozart del fútbol apareció con todo su esplendor para marcar un gol de antología dejando perplejos a los germanos. Pero la rebeldía del capitán no terminaría allí. Consumada la conquista, se negó a hacer el tradicional saludo fascista invocando respeto, y festejó con un baile provocativo frente al palco donde estaban las autoridades nazis. El partido terminó 2 a 0 a favor de Austria.
         A partir de aquel día comenzó una persecución del régimen contra el jugador por considerarlo “peligroso” y un  “subversivo de las ideas del sistema”. Sindelar se negó al exilio. También rechazó todas las citaciones para jugar en la selección germana, acusando lesiones, que obviamente, no tenía.  El constante hostigamiento del aparato represor lo llevaron a dejar el fútbol: el primer objetivo de Hitler estaba cumplido. Pero Führer fue por más. Su manual de procedimientos aberrantes le dictaba que debía deshacerse del talentoso jugador. La GESTAPO (Policía secreta alemana) se encargó de hacerle la marca personal más difícil de su carrera. Le estaba jugando un partido de vida o muerte.
          El hombre de papel tuvo que refugiarse en la clandestinidad, y después de estar desaparecido durante algunos meses, el 23 de enero de 1939 apareció sin vida en su departamento junto a su esposa, María Castagnola. La causa de muerte fue inhalación de monóxido de carbono. Algunos afirman que fue un suicidio y otros le atribuyen el horrendo desenlace a militares nazis. Cualquiera de las dos hipótesis fue causa de una obstinada persecución.
          Su fallecimiento provocó un gran impacto en la gente. A su funeral acudieron más de 15 mil personas desoyendo a las autoridades del Tercer Reich quienes alertaban severas represiones a los que acudieran al entierro.

         Fue el mejor futbolista de su país. Pero será recordado también por su valentía a la hora de oponerse a la crueldad de un sistema perverso que sometía a través del miedo y la represión. Sindelar es reconocido como un héroe en su tierra. Su partido. El partido de la memoria y el coraje, lo lleva ganado hace decena de años. 

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