miércoles, 13 de mayo de 2015

Fútbol y política: El partido fantasma

En 1973, la Unión Soviética y Chile tenían que jugar el repechaje clasificatorio al Mundial del año siguiente. El país sudamericano atravesaba, por entonces, una sangrienta dictadura, instalada luego de que Augusto Pinochet derrocara al gobierno de Salvador Allende. Del otro lado, los rusos fieles a sus idea comunistas. Eran años de Guerra Fría y el partido se daba bajo una enorme connotación política e ideológica: el capitalismo vs. el comunismo, la derecha vs. la izquierda. Así se presentaba. El desenlace, vergonzoso.


    El 21 de noviembre de 1973 en el Estadio Nacional de Santiago de Chile hubo un solo equipo en la cancha. No es ésta la idea de incurrir en una de las típicas metáforas usadas en el fútbol para explicar que un equipo fue muy superior a otro. No en este caso. Fue algo mucho peor que eso. Se trató de un partido que quedó sumergido en un contexto político, un enfrentamiento ideológico que dividió al mundo durante varias décadas. La Guerra Fría estaba en pleno auge y el deporte no estaba exento de eso. Aquel día un bochornoso partido de fútbol, que no fue tal, se llevó a cabo en el mismo estadio en donde se torturaban y masacraban miles de personas.
    El 1 de septiembre de 1973 el gobierno de Salvador Allende cayó derrotado por las Fuerzas Armadas de Chile. El hasta entonces presidente socialista murió atrincherado en el Palacio de la Moneda a manos de Pinochet y los suyos. El golpe de estado, ejecutado por militares chilenos pero con eficiente complicidad de Washington, dio paso a una de las más brutales dictaduras de América Latina.
     Bajo esa premisa debía jugarse el repechaje clasificatorio a la Copa de Mundo de 1974. Chile, embajada del capitalismo norteamericano, debía enfrentarse a la Unión Soviética, madre del comunismo. El morbo se trasladó al verde césped. En el encuentro de ida, jugado en Moscú el 26 de Septiembre, el resultado fue un magro empate sin goles. Entonces, había que definir la clasificación en tierras trasandinas.
     Los arrestos y las torturas a los opositores del nuevo régimen se sucedían continuamente. Se estimaba que en pocos meses ya habían sido 40.000 las personas que pasaron por el Estadio en calidad de detenidos. Muchos de ellos, recuperaron la libertad, otros tantos, perdieron la vida. Por tal motivo, la FIFA envió una comitiva a inspeccionar las instalaciones del recinto de la capital chilena que funcionaba como centro de detención clandestino. Increíblemente, la organización para el partido de vuelta fue aprobada, aun habiendo más de 3.000 detenidos al momento de la inspección. A la FIFA, así como ocurrió en el Mundial 78, poco le interesó jugar un partido en medio de una sangrienta dictadura.
     El encuentro ya estaba fijado. La fecha elegida fue el 21 de noviembre de 1973. Pero el gobierno soviético manifestó, dos días antes del partido, la negativa de participar del encuentro, sosteniendo que su selección no iba a ser parte de una cínica puesta en escena de la Junta militar en una cancha en donde se torturaban y ejecutaban miles de personas. Además, para Pinochet significaba la victoria de la derecha neofascista por sobre la izquierda socialista. La URRS no estaba en condiciones de tolerar que el general chileno se salga con la suya.
       A raíz de ésta decisión de ausentarse para el partido de vuelta, el sentido común debía imperar y, en consecuencia, otorgarle la victoria en los escritorios a Chile. Eso no sucedió. Por el contrario, la FIFA, de común acuerdo con el incipiente gobierno de facto, montaron un absurdo show que fue más una demostración al mundo de poder que un evento deportivo. La selección de Chile jugó contra nadie. "Fue el show futbolístico más burdo que me tocó vivir. El teatro de lo absurdo", recuerda Carlos Caszely, delantero de la selección sudamericana, quien sufrió el asesinato de su madre por su afinidad con el gobierno de Allende.  
     Aunque en un comienzo algunos jugadores trasandinos se negaron a saltar al campo de juego en esas condiciones, el intento de partido debía llevarse a cabo. No querían los propios jugadores, en el mejor de los casos, tener que pagar una suntuosa multa. Y así fue que la Roja se hizo presente en el campo de juego sin ver una sola camiseta rival. El insólito libreto exigía apenas un gol simbólico que muestre al resto del planeta el triunfo frente a los comunistas. Y así sucedió. Dado el comienzo del encuentro, los jugadores chilenos fueron dando pases hasta el arco rival, sin oposición alguna, hasta que Francisco “Chamaco” Valdez empujó la pelota al fondo de la red. Final: Chile “venció” 1 a 0 a la Unión Soviética, resultado que luego fue modificado en los escritorios de la FIFA por 2 a 0, como indica el reglamento cuando un equipo no se presenta a un partido o pierde por abandono.  

     Así se dio, como en tantas otras veces, donde el fútbol estuvo al servicio del horror. O mejor dicho, utilizado para intentar tapar el horror. La Junta Militar quería dar una imagen al mundo de total normalidad. La FIFA, una vez más, estaba adosada a sus propios intereses. Del otro lado, el bloque comunista impidió fervientemente a sus jugadores presentarse a jugar para su selección. Un partido que no fue tal, en una cancha donde miles de personas eran víctimas de una feroz represión, y una férrea pelea política e ideológica abreviada en un evento deportivo.

jueves, 7 de mayo de 2015

Historias superclásicas

Historias superclásicas

Pasaron ya más de 100 años de aquel primer Boca River jugado el 24 de agosto de 1913. Sucesos de esta índole dejan una huella, una marca, un antecedente. Varios de ellos graban a fuego, para bien o para mal, a jugadores, técnicos, e hinchas. Decoran tapas de diarios, enriquecen de historias y de anécdotas las amarillentas páginas de los libros de fútbol.  
Por eso, a modo de previa del duelo copero de esta noche, repasaremos hechos inéditos vividos en más de un siglo de Superclásicos. 

Goleada histórica

El 23 de diciembre de 1928 se dio la mayor goleada entre ambos equipos. El Xeneize derrotó al Millonario por 6 a 0, en condición de visitante. El partido se presentó, desde el comienzo, totalmente adverso para River. A los tres minutos de juego, Boca ya se imponía en el resultado. Promediando el primer tiempo, luego de un centro, dos jugadores del conjunto local saltaron a cabecear, con tanta mala suerte, que se golpearon entre sí. Dicho impacto le causo la conmoción cerebral a ambos jugadores, lo que generó que los millonarios tengan que afrontar el partido con 9 jugadores (en ese entonces no había cambios). A partir de allí, se desató el vendaval de Boca: Esteban Kuko y Roberto Cherro, con dos goles cada uno, aumentaron a cinco la diferencia.
A diez minutos del final, otro jugador de River se retiró lesionado. Ya en un partido sin equivalencias de once contra ocho, los Xeneizes no tuvieron piedad y liquidaron la historia, anotando el sexto. Algunos testigos cuentan que el árbitro y los jugadores, de común acuerdo, decidieron dar por finalizado el encuentro aun con algunos minutos por jugar.



Di Stéfano, al arco

El 30 de julio de 1949, River y Boca llegaban últimos en la tabla de posiciones. Ambos conjuntos protagonizaron un duelo picante en el Monumental. En un momento del partido, Amadeo Carrizo cayó al suelo revolcándose de dolor producto de un golpe aplicado en la zona hepática. Como consecuencia de ello, el arquero de River tuvo que salir del campo para ser atendido. Quien ocupó su lugar debajo de los tres palos durante seis minutos fue, nada más ni nada menos que, el gran ¡Alfredo Di Stéfano!
El partido terminó en victoria millonaria por 1 a 0 con gol de Labruna.

 La insólita expulsión a Silvio Marzolini

Era todo de Boca. Los goles, el resultado, el desarrollo del partido y las cargadas. El Xeneize ganaba tres a cero en el mismísimo Monumental y Juan Carlos Rodríguez, el árbitro del encuentro, notó que tanto Ramón Ponce como Hugo Curioni se mofaban de los hinchas locales. Advertido de esta actitud, el juez le avisó a Marzolini, capital de Boca, que si las burlas continuaban, el propio lateral izquierdo sería expulsado por la irresponsable actitud de sus compañeros. El cuarto gol llegó, las chanzas siguieron y la roja para Marzolini no se hizo desear. El rubio defensor fue expulsado tras el festejo de gol.


La única final: Boca 1 River 0

River y Boca se enfrentaron cantidad de veces: por torneos, copas nacionales e internacionales y amistosos. Sin embargo, una sola vez el Superclásico fue testigo de una final. Ocurrió en 1976, en la cancha de Racing. El 22 de diciembre de aquel año, Boca derrotó a River por 1 a 0 con gol de Rubén Suñé.
Luego de una falta cerca del área riverplatense, el Chapa, con suma ligereza, apuró los trámites y pateó el tiro libre sin la orden del juez, mientras Fillol acomodaba la barrera. No obstante de eso, el árbitro otorgó como válido el gol con el que Boca pudo dar la vuelta olímpica frente a los ojos de su eterno rival.



Boca local en el… ¡Monumental!

El año 1984 fue nefasto para los dos grandes del fútbol argentino. Boca atravesaba una época de magras campañas y exiguo presupuesto, a tal punto que recurría a los fibrones para poder numerar sus camisetas. River, por lo tanto, andaba esquivando el descenso incesantemente. En ese contexto se jugó el clásico del 26 de junio.
Boca tenía suspendida su cancha y decidió, con el aval de la dirigencia millonaria, hacer de local en el Monumental. El partido terminó 1 a 1 con goles de Ariel Krasouski para Boca e Ivar Stafuza, en contra, para River. Lo anecdótico, aquella tarde, fue la localia.

Pelota naranja y vuelta olímpica

El 6 de abril de 1986 Boca recibía en la Bombonera a River. El Millonario venía de consagrarse campeón tres fechas antes pero sus jugadores no querían perderse la oportunidad de festejar el título en la casa de su archirrival. Antes del comienzo del encuentro, el conjunto visitante dio una especie de vuelta olímpica (en realidad, fue una “semivuelta”) de cara a los hinchas xeneizes, quienes enfurecidos, les arrojaban cualquier tipo de elementos contundentes con el solo fin de impactar en la humanidad de alguno de los futbolistas.
En la semana previa al Superclásico, Hugo Orlando Gatti había pasado por las oficinas de Adidas para pedir una pelota naranja, ya que el afamado arquero suponía que, con la gran cantidad de papelitos y serpentinas que se arrojaría al campo, la visión del balón le causaría más de un dolor de cabeza. Con la aprobación del árbitro del encuentro, Francisco Lamolina, aquella pelota de color llamativo y de corriente uso en los inviernos europeos, apareció en la Bombonera. Aquella Tango de color anaranjada pasó a la historia porque en el primer tiempo, El Beto Alonso convirtió uno de sus dos goles con dicho balón. Terminada la primera parte, Boca retiró del partido la pelota, acusándola de traer mala suerte. Sin embargo, el segundo tiempo, el diez de River volvió a marcar el segundo y definitivo gol, ya con el tradicional balón blanco. Aquel partido quedó inmortalizado para los hinchas de River como “el día de la pelota naranja”. Dicho balón se exhibe, hasta el día de hoy, en el museo riverplatense. 


Para Comizzo que lo escucha por radio

Boca-River nuevamente cara a cara. ¿El estadio? La Bombonera. ¿Los protagonistas? Ángel David Comizzo y la hinchada de Boca. ¿La fecha? 11 de octubre de 1992.
Promediaba el segundo tiempo y Boca ganaba 1 a 0 con gol de Sergio Manteca Martinez, hasta que el árbitro, Juan Carlos Loustau, cobró un penal a favor del conjunto visitante.
De repente, la atención se situó a 100 metros del arco xeneize. Sí, en la otra área de donde deberían estar posados los ojos del público. Mientras Comizzo miraba atento la ejecución del penal de su compañero, desde la tribuna de Boca le arrojaron una radio amarilla. En tono de broma, el arquero de River agarró la radio, se puso los auriculares y sintonizó la transmisión del partido de espaldas al campo de juego y frente a los hinchas locales. Comizzo pensaba en festejar el gol de cara al público bostero. Pero eso no ocurrió: aunque la radio anduvo perfectamente, Navarro Montoya le contuvo el penal a Hernán Díaz y el grito del arquero quedo contenido en la garganta.
Finalmente, Boca derrotó a River y se consagró campeón ese mismo torneo, cortando así una sequía de once años sin títulos. Tiempo más tarde el ex arquero declaró con tono jocoso: "Si me encuentro una radio tirada en la calle, no la toco ni en pedo, sólo la miro".